Fecha: 7 de junio 2018
Actualmente existen diversas situaciones de estrés tanto en el ámbito laboral, educacional, personal como social y esto puede afectar los hábitos alimentarios. Ante situaciones estresantes, se pueden tomar diversas actitudes frente a la comida, como desinterés, falta real de apetito o incluso la compulsividad en la manera de comer, lo que altera los patrones de conducta alimentaria y puede verse afectada la calidad de la alimentación.
Es común tender a consumir alimentos y cantidades no saludables de comida con el fin de esconder pensamientos y sentimientos pesimistas sin sentir hambre realmente; esto puede ser en respuesta al estrés. La alteración más frecuente en la alimentación en respuesta al estrés es en torno a la rapidez en cual se vive, lo que lleva a comer muy rápido, a no desayunar y a cenar más abundantemente. Estos malos hábitos, además de ser generados por el estrés, están culturalmente inculcados en la sociedad. Otros aspectos más patológicos y relacionados con trastornos de la conducta alimentaria son: la obsesión por las comidas, usar la comida como premios, ingerir impulsivamente alimentos, consumir fuera de control, no poder parar de comer o continuar comiendo a pesar de sentirnos satisfechos, sentimientos de culpa o remordimiento después de comer, desconexión de las señales psicológicas de hambre y saciedad, fluctuaciones del peso, no poder reconocer la razón por la que come y comer más rápido de lo normal.
Por otra parte, para responder la pregunta ¿Existen alimentos que nos producen estrés?
Situaciones de estrés pueden llevar a patrones alimentarios no saludables como alta ingesta calórica, largos tiempos de ayuno, dieta con alto consumo de grasas saturadas, sodio y azúcares simples. Adicionalmente, existen alimentos que pueden aumentar la sensación de ansiedad y estrés corporal como el alcohol en grandes cantidades, el café y bebidas energéticas por su contenido de cafeína. Los mencionados, actúan sobre el sistema nervioso aumentando la presión arterial, lo que agrava la sensación corporal de ansiedad. En algunas personas, el exceso en el consumo de cafeína, puede causar taquicardia y dificultad para conciliar el sueño, llegando a provocar insomnio. Por otro lado, el consumo de sal (sodio) en grandes cantidades, puede aumentar la presión arterial, lo cual intensifica el estrés.
En cierto grupo de personas, en respuesta al estrés, se genera la necesidad de consumir alimentos o sustancias que estimulan a nuestro organismo a producir «opiáceos endógenos» (endorfinas y serotoninas) que producen sensaciones placenteras y compensatorias al estrés. Estos alimentos generalmente son de baja calidad nutricional, pero el alimento a elegir depende de cada sujeto, no existe una receta única. Algunos alimentos que pueden ejercer estos efectos son: chocolates, dulces y alimentos altos en grasas saturadas.
Finalmente, es importante decir que algunos aminoácidos como el triptófano (carnes y lácteos) y diversas vitaminas (ácido fólico, vitaminas del complejo B, Vitamina C) contenidas en frutas, verduras y cereales, participan en la síntesis de endorfinas y serotoninas, sin embargo, no podemos atribuir a un solo alimento este rol anti estrés, ya que depende de muchos factores. Por lo tanto, la clave es llevar una alimentación saludable, es decir una alimentación suficiente, variada, equilibrada, adecuada e inocua.
Respecto a si existen alimentos anti estrés, se puede decir que a ningún nutriente se puede atribuir efectos antiestresantes. Sin embargo, las vitaminas A, C y E parecen ejercer un influjo directo en la formación de radicales libres, combatiendo el estrés oxidativo en el organismo, que se refiere a un mecanismo más bien molecular y no psíquico/psicológico.
A modo de conclusión, podemos decir que el estrés puede potenciar y mantener cuatro grandes problemas de salud pública: Consumo excesivo de alcohol, tabaquismo, drogas, sedentarismo y malos hábitos alimentarios, lo que se traduce en altas cifras de obesidad y eventos cardiovasculares. Por lo que es vital combatir estos hábitos inadecuados de vida procurando una alimentación saludable, libre de tabaco, alcohol y drogas; además de una vida activa.
Bibliografía:
Pontificia Universidad Católica de Chile 2024